Segunda jornada

El pasado día 29 de marzo iniciamos el proyecto realizando una sesión junto a las mujeres Adrianas. De nuevo nos encontramos frente a un grupo de mujeres con mucha fuerza y con ganas de cambiar la situación que están viviendo en la Mina. Desde el primer momento nos sentimos acogidos de una manera cálida y cercana, y más teniendo en cuenta que el encuentro fue en un grupo reducido, ya que asistieron seis vecinas del barrio.

Esta vez volvimos a hablar sobre la noticia que presentamos la semana anterior a las IRIS, sobre la prometida visita de Puigdemont a la Mina, y la verdad es que volvió a crearse un ambiente de debate muy interesante. En un primer momento no se ponían de acuerdo en si la visita del President se llegaría a producir, pero tardaron escasos momentos en coincidir al pensar que si esta visita se diera no sería para beneficiar a la Mina, sino a sus propios intereses de cara a unas nuevas elecciones.
Nos parece muy importante resaltar el hecho de que las Adrianas estuvieran tan abiertas a dar propuestas para dar con una mejora para el barrio. En el momento que apareció el tema sobre el edificio Venus no escuchamos tan sólo críticas y quejas, sino que se mostraron propositivas. Entre ellas se pusieron de acuerdo en que, ante el problema que está ocurriendo en el edificio y el realojo de los residentes, se debería en primer lugar, hacer un censo del total de gente que está viviendo allí. Después se debería de hacer una entrevista individual, piso por piso para evaluar la situación que hay en cada vivienda y adaptar la hipoteca del nuevo piso a las circunstancias de cada uno.
Fue una sesión muy provechosa, que nos permitió afirmar que si realmente se quisiera cambiar la situación que viven los vecinos del barrio, se habrían encontrado ya soluciones. Tan sólo con escuchar cómo viven su realidad y lo que proponen los habitantes, se podrían llevar a cabo numerosas mejoras, pero al parecer es al gobierno al que no le conviene o no le interesa demasiado invertir esfuerzos en la Mina.

La segunda sesión de la jornada nos lleva al interesante encuentro con el creador y responsable del Archivo Histórico de La Mina, Josep Mª Monferrer.
La noticia que le enfrentamos versa sobre el programa educativo “Aprendemos enseñando”. Este programa, que fomenta la colaboración de adolescentes con niños, forma parte de un proyecto consistente en fusionar Escuelas e Institutos, habiéndose llevado ya a la práctica con dos centros educativos de La Mina. El objetivo del mismo sería motivar a los alumnos y eliminar el carácter de ruptura del paso de enseñanza primaria a secundaria, consiguiendo así reducir el absentismo y el abandono de la escolaridad.
En los primeros minutos con nuestro interlocutor, pedagogo, filósofo, religioso, historiador y activista social, se ponen de manifiesto su extraordinaria erudición, su intelecto de análisis agudo y su verbo fácil y seductor. Antes de centrarse en el artículo, nos regala con un vehemente exordio en el que nos relata su experiencia como educador en los años 60. Su concepto de la educación, distante del oficial e imperativo en la época, habla de horizontalidad, de organización asamblearia, de un orden educativo donde los alumnos tenían no sólo voz, sino capacidad de decisión sobre el funcionamiento de la escuela. Casi de refilón, es mencionado Pablo Freire, generador de la pedagogía crítica. En este sistema educativo se pretende concienciar al educado de su propia capacidad y responsabilidad, así como de la necesidad de cuestionar los saberes que se le suministran, siendo entonces el aprendizaje un proceso interactivo en el que tanto él como el educador, son actores en el mismo.
Aún, antes de centrarse en el artículo que le presentamos, se enfrasca en un análisis marxista del funcionamiento de la sociedad en función de las relaciones económicas, que da lugar a la conocida pirámide, cuya cumbre, la superestructura, estaría formada por una élite en la sombra, cubierta por una clase política visible que la protege y la sirve, sobre una base, la infraestructura, de cuyas fuerzas se nutre.
Cuando se finalmente se centra en el artículo, que a esas alturas ya parece menos interesante que cualquier cosa que motu propio nos quiera explicar Monferrer, nos afirma que el proyecto en cuestión es políticamente correcto, pero ineficaz para el objetivo expuesto.
Esta ineficacia del sistema educativo en La Mina hace que todo padre que tenga posibilidades y alguna expectativa, mande a estudiar a sus hijos fuera del barrio. La realidad educativa de La Mina tiene sus características propias. Por ejemplo, la asistencia a la escuela a menudo se sostiene exclusivamente por su condicionamiento desde una PIRMI. En todo, caso allí la escuela no funciona como escalera social. Los jóvenes ascienden por otros medios; entiéndase, por su integración en las mafias de la droga.
Monferrer nos habla de “vampirización” del barrio. Donde la necesidad es la regla, se ha desarrollado un complejo entramado en el que la posición de expendedor final del producto es sólo una más, de entre muchas, resultando que una parte de los beneficios de este nefasto negocio se redistribuyen entre algunos de los vecinos, permitiéndoles subsistir. Este hecho, más el poder directo del ejercicio de la violencia si es necesario, fundamenta las relaciones de poder en La Mina.
A partir de ahí, las Administraciones pactan con las mafias para conseguir la paz social.
En palabras del historiador, el destino de La Mina al paso del tiempo, es ser fagocitada por los intereses urbanísticos. Objetivamente, no existe un verdadero interés institucional en transformar La Mina. Un ejemplo de ello es la inexistencia de guarderías; en una etapa en la que se integran las primeras experiencias y los hábitos, se abandona a los niños a iniciar su andadura entre lo que pueda surgir de su vivencia en la calle.
Monferrer señala que tampoco se escucha a los profesionales. El proyecto educativo está fuera de contexto ya que el contexto en La Mina es que la seguridad y la confianza son actualmente patrimonio exclusivo de los clanes gitanos; cualquier progreso pasa por la concienciación de sus vecinos de que no son culpables de vivir en el barrio, sino en todo caso víctimas. La primera de las tareas sería empoderarlos y reforzar su autoestima. Nota al margen: el historiador, que nos atiende gratuitamente entusiasta, nos explicó en su prolija introducción que uno de sus proyectos consiste en pedir a los vecinos fotos familiares antiguas, aportar fotos suyas en  algún caso, y confeccionarles un “álbum autobiográfico” para poder mostrar a sus descendientes o amigos. De esta forma, un pasado que parecía tener que esconderse en la oscuridad de un baúl cerrado, se transforma algo brillante, en un motivo de orgullo por las dificultades superadas.
Siguiendo, de forma somera, el hilo de la noticia educativa, llegamos a las estadísticas sobre el absentismo y el abandono escolar, mayor en el caso de las chicas. Aquí nuestro profesor se entrega a diversas reflexiones respecto de las costumbres y los roles en la etnia gitana, sin dejar de desvirtuar previamente el tópico vertido en el artículo; donde se indica “el 90% del alumnado es de etnia gitana”, debería decir, “el 90% del alumnado es pobre”. Nos informa de que desde los años 90, la creciente influencia del “culto”, La Iglesia de Filadelfia, ha provocado que si bien se producen menos situaciones de violencia de género, las mujeres, aun estando mejor consideradas, están más controladas. La desconfianza hacia el sistema y la maduración temprana propia de este ambiente, hace que la relación con el sexo opuesto a partir de cierta edad, se vea como fuente de problemas.
Para esto y para todo, habría que estar a las necesidades educativas propias del barrio y actuar desde el principio. O antes. Los niños de La Mina sufren en ocasiones la agresión desde el mismo embarazo. ¿Cuán diferente podría ser a posteriori su carácter, de aquellos que son expuestos a la música clásica durante este periodo? En el mismo sentido, la cultura gitana otorga a los niños un gran poder desde temprana edad; los niños no pueden llorar y si lo hacen, es por una mala praxis maternal. En consecuencia la madre, y en su defecto el padre, conceden al infante cualquier cosa para que cese en su berrinche. El niño evidentemente aprende de la eficacia del mecanismo y crece con un poder y una libertad exagerada, que no ha sido ganada ni es contrapartida del esfuerzo y de la responsabilidad, sino del capricho del que no tiene por qué constreñirse a ninguna pauta más que a la propia voluntad.
Habría que poder intervenir directamente desde las familias.
Nuestro crítico se excusa por no poder dedicarnos más tiempo y cierra insistiendo en que el proyecto que hemos llevado a su análisis no funcionará. No somos iguales en la pirámide, en consecuencia el sistema pedagógico no puede ser igual para todos. Tendrá que adaptarse a la realidad.
Una vez finalizada la entrevista, la primera idea es que nos ha impresionado es sobre todo su compromiso con los vecinos de La Mina y con la mejora de sus vidas. Más tarde, una “fuente bien informada” nos habla de la influencia reconocida de nuestro entrevistado respecto de algunos de los postulados de la Teología de la Liberación, corriente cristiana aparecida en América Latina a finales de los 60, defensora de que el Evangelio exige una opción preferencial por los pobres. Citando a uno de sus representantes, Gustavo Gutiérrez (1968), “nuestra forma de vivir la fe emana de una experiencia de compromiso y trabajo con y por los pobres, de horror ante la pobreza y la injusticia, y de apreciación de las posibilidades de las personas oprimidas como creadores de su propia historia y superadores del sufrimiento”.
Monferrer gesticula mientras habla, se enfada, sonríe, se apasiona. Posee el carisma de los conductores de hombres. En otro tiempo, en otro lugar, en otra sociedad en la que no estuviéramos encajonados por tantas barreras como lo estamos en ésta, conseguiría grandes cosas.
Os recomiendo pasar por La Mina y conocerle; siendo ateo, le escuchas y crees.

Sara i Miguel Ángel