Una experiencia para toda la vida

Hoy, hace exactamente 42 días que nos ofrecieron en la Universidad, la posibilidad de realizar una experiencia mágica en la Mina.

Después de pensarlo durante días, decidí lanzarme de cabeza y crear una carta de presentación para ser seleccionada. Suerte que la espera no fue muy larga, y en cuestión de dos días, recibí la gran noticia de que era una de las seleccionadas. En ese momento, recuerdo que sentí una mezcla de sentimientos, desde alegría hasta respeto ya que no sabía a qué me enfrentaba, pero he de decir que las ganas pesaban mucho más y estaba dispuesta a poner toda la energía necesaria para superar el reto.

A la semana, realizamos el primer encuentro. Esta primera sesión la describiría con una palabra: especial. Porque fue la primera vez que realizaba una actividad de este tipo. Porque nos dimos la oportunidad de conocernos sin prejuicios, libremente. Porque se creó un espacio de debate donde todas las opiniones eran válidas.

Y después de ese gran largo de porqués, ahora sí dimos comienzo a una de las experiencias que nos llevaremos para toda la vida.

Tuve la suerte de realizar tres sesiones, una con adolescentes y dos con profesionales que forman parte del trabajo social. Concretamente, Marc y Jordi, trabajadores sociales del CAP de la Mina y tres educadores del Instituto-Escuela infantil del barrio (Marta, Agustí e Isaura).

Nunca olvidaré la mirada tan sincera de esos alumnos, de la UEC, donde simplemente con una mirada eran capaces de transmitirme la situación de exclusión que sufren y cómo les afecta. Finalmente, dimos paso a finalizar la sesión con esta reflexión: ‘’Todo el mundo tiene miedo de lo desconocido’’.

Por otro lado, tampoco olvidaré la sesión en el CAP, donde descubrimos dos perspectivas, la inocencia de un recién graduado y la experiencia de una persona con treinta años de carrera, donde nos hizo ser conscientes de la realidad que viven los profesionales aunque sin dejar de confiar.

Y, por último, me llevaré en mi corazón, el cariño, amor y compromiso que desprendían las educadoras, del Instituto-Escuela Infantil de la Mina, al hablar del proyecto educativo del centro.

Recuerdo las primeras sensaciones antes de realizar cada sesión. Las ganas y el cierto nerviosismo por saber a qué me enfrentaba no desaparecían, pero trabajé para que esa sensación disminuyera y no me afectara en el disfrute de cada sesión.

Personalmente, me gustaría agradecer tanto al equipo d’Identitats i Miralls, como a la Universidad de Barcelona, por darnos la oportunidad de vivir esta experiencia tan increíble, donde nos ha hecho reflexionar, conocer de primera mano las situaciones que sufren diversos colectivos, en concreto el gitano, y por el cariño y ganas que he recibido por parte de todas las personas que han aportado algo en mi experiencia personal.

Paula Escobar