Cuando reflexiono en la historia de la Mina, pienso en como se puede estigmatizar unas personas a partir de prejuicios desde sobretodo la falta de conocimiento. Es lo que suelo llamar “la historia única”. Yo creo que podemos ser tan impresionables y vulnerables, ante una historia que nos cuentan; a veces lo que oímos sobre algunas personas o colectivos no se limita a un relato único de catástrofes sobre ellas. Y ellos a veces terminan adoptando esta nueva identidad.
A lo largo de mi vida he comprendido la importancia que tiene la educación de la sociedad y de dar voz a todas las personas y/o colectivos para que se conozcan todas sus historias y contadas por ellas. Comprendí que estamos inmersas en la cobertura mediática y debemos ampliar nuestras fuentes de información .
Es así como se crea una historia única, se muestra a un pueblo solo una cosa, una única cosa, una y otra vez, y al final lo conviertes en esto. El relato único crea estereotipos, vamos a derribarlos, vamos a reformarlos, reinventarlos. Y es así estando en este barrio en las últimas semanas, como he admirado a diversas personas y entidades que no conocía antes, y lo hice ahora con vosotras.
He sentido mucha alegría, ha sido naturalmente agridulce esta experiencia, dulce porque me he dado cuenta que ocurren cosas muy impresionables que en otros puntos de la ciudad jamás vería, a nivel de intervención social, es transformador, y agrio porque aun queda mucho por hacer, pero estamos en el camino.